Tuesday, November 14, 2006

MANO A MANO

Una tarde de Junio, allá por el año 1926, mi abuelo caminaba por la costanera cuando vio en la orilla del Río una caja de madera. Llevaba atada a ella, una etiqueta borrosa que dejaba leer “Fragile”. El cuore se le estrujó. Al abrir la caja su sorpresa fue aún mayor. Un muñeco de madera lo miraba sonriente y en buen estado. El Nono, como le decíamos, lo llevó a su casa, lo limpió y según cuenta mi abuela, de allí en adelante, nunca fue el mismo.

Bruno, como le gustaba llamarlo, pasó a ser el centro de su vida. Lo llevaba a la cancha a ver a Racing y le compraba discos de los Beatles lo que causaba la ira de sus hijos (mi vieja y mi tío). Pese a las advertencias de mi abuela, el Nono le cedió el dormitorio principal y el resto de la familia se acomodó en el modesto living.
Y sí, era “el favorito”. Hasta ese momento, mi madre había sido siempre “el bocho” de la familia, pero en la escuela, Bruno era realmente brillante. Sacaba todo 10 y le caía bien a los profesores. Fue así que al llegar la primavera, mi abuelo le regaló un Ford A, y pasó a ser la envidia no sólo de mi tío, que pedaleaba una mugrosa Aurorita, sino del barrio.
Al cumplir la mayoría de edad, el Nono mandó a Bruno al Liceo Naval, para completar su formación. Para sorpresa de todos, desarrolló allí un comportamiento terriblemente rebelde. Sus notas bajaban al tiempo que su aliento a Ginebra subía. Por las noches se escapaba al Casino con amigos mayores que él y se pasaba horas en la mesa de Black Jack insultando crupieres. En hora de clase, solía erutar cuando el docente miraba el pizarrón. Generalmente sancionaban al compañero de al lado y este tipo de actitudes pusieron al curso entero en su contra. El Nono debió sacarlo de allí.
Le gustaba salir a la calle a mostrarse con su auto nuevo y a gritar atrocidades a las jóvenes que se animaban a mostrar las rodillas en días de calor. Esto lo llevó a enfrentarse varias veces con enfurecidos peatones, que cedían ante las disculpas de mi abuelo.

Todo terminó fatalmente ese verano en Mar del Plata. Mi abuelo le había pedido a Bruno que no se metiera al mar hasta no haber hecho la digestión. Aún así, se escabulló entre las carpas del exclusivo balneario San Jorge en Playa Grande, y fue corriendo hacia las olas. Era el tercer día de enero. Esos días de mucha orilla en donde el calor eleva la temperatura de la arena a niveles infernales. A mitad de su carrera, Bruno comenzó a chispear. Esto pareció no importarle y continuó. El Nono corrió hacia él, pero no hubo caso. Llegó a la orilla y Bruno ya estaba carbonizado.
Mi abuela recuerda a mi abuelo mirando las olas llevarse al Bruno, del mismo modo que lo habían traído aquella tarde de Junio. Algunas versiones aseguran que se metió en el mar y lagrimeó. Otras que lo meó. Fonéticamente suenan parecidas pero mi vieja y mi tío prefieren la versión del pis.

4 comments:

Anonymous said...

Brillante.
Tu profe de Literatura de 3 grado....
.......
.......
.......

Ok, Sí!!! Soy yo mismo que me dejo mensajes. Estoy tan sólo...

EmmaPeel said...

quiero un nono así
(buenísima la foto)

Salu2

ladelmono said...

Thanks Emma for your visit. Keep doing it babe.

Anonymous said...

tas loco, enfermo, no hace falta q firme ajjajajajjaja
el cayisida