
¿Quién no ha sentido la vergüenza de estar desnudo en lugares públicos? ¿Quién no ha tratado de gritar y se ha visto imposibilitado por una fuerza desconocida? ¿Quién no ha intentando lanzar un golpe y sentir su brazo con menos fuerza que la de un recién nacido? ¿Quién no ha sido despertado en medio de un sueño erótico? ¿Quién no ha intentado volver a dormirse para continuarlo? A veces pienso si todas las personas sueñan con el mismo grado de realidad. ¿Sueñan igual un colectivero que un profesor de Yoga? ¿Un sepulturero que una obstetra? ¿Un gerente que una wedding planner?
Por ejemplo, en mi caso, uno de los sueños que más se repiten es el de volar. Cada año que pasa vuelo mejor. Cada vez la sensación es más real aunque confieso que lo que todavía me cuesta es vencer la gravedad en el salto inicial. Una vez logrado esto, el vuelo es placentero y armonioso. Tuve varios sueños frustrantes en los que no lograba despegarme del suelo y otros en los que volaba perfectamente a un metro del mismo. Curiosamente se repiten los sueños volando entre edificios, o en lugares con mucha gente que se asombra y admira mi comunión con el viento. Otras veces recorro lugares de mi niñez, como el Colegio. Lo recorro completamente desde el aire, bajando a veces en los patios y veo techos que jamás vi (chupate esta Víctor Sueiro). Hace poco soñé que había una fiesta increíble en algún lugar y yo llegaba a ella volando. El tema es que cuando quería aterrizar para tirar algún paso en la pista, no pude lograrlo. Me dijeron que mi signo es de aire. Debe ser eso. Me falta un poco de tierra.